El primer rugido de Los Pumitas

La Semana Santa de 1987 no será fácil de olvidar. La joven democracia iniciada a fines de 1983 fue puesta en jaque por el levantamiento carapintada, la gente se volcó a las calles para apoyar las instituciones y todo terminó con una frase histórica de Raúl Alfonsín: «La casa está en orden, felices Pascuas».

Mientras la atención del país estaba puesta en aquel episodio, el rugby argentino vivía una semana histórica, ya que por primera vez un seleccionado nacional juvenil viajaba a competir fuera de Sudamérica.

Hasta ese viaje a Berlín para disputar el torneo junior de la FIRA (Federación Internacional de Rugby Amateur), Los Pumitas sólo jugaban (y ganaban) cada dos años el Sudamericano. El último había sido en octubre de 1986, en Mendoza.

La FIRA era una entidad formada por los franceses buscando agrupar a los países que no tenían voz ni voto en la International Rugby Board y el torneo juvenil de cada Semana Santa era la única competencia internacional de la categoría que existía.

Hacia un mundo desconocido viajaron aquellos Pumitas, conducidos técnicamente por Luis Gradín (el único en ser jugador y entrenador de Los Pumas, además de presidente de la UAR), José Luis Del Campo y Gerardo González Montalvo.

Cuando recibió la invitación, a fines de 1986, la UAR acordó que asistiría con el plantel que había ganado el Sudamericano pero antes del viaje hubo algunas modificaciones entre las que se destacó la convocatoria de Sebastián Salvat a Los Pumas para disputar el primer Mundial de la historia. El elegido para remplazarlo fue Sergio Scarabino. El Negro, dos años menor que la mayor parte del equipo, había jugado en Los Tordos de Mendoza hasta fines de 1986 y ese verano se mudó con su familia a Buenos Aires. Allí pasó al SIC y sin haber jugado oficialmente en su nuevo club fue incluido en la lista definitiva.

El lunes 13 de abril fue el debut ante Portugal que terminó con una clara victoria por 34 a 9. El rival en cuartos de final, dos días después, fue Rumania y Los Pumitas ganaron por 22 a 9 tras haberse ido al descanso con una desventaja de 6 a 0.

En semifinales, el conjunto nacional apenas pudo empatar 6 a 6 con Italia, pero accedió a la definición en una inusual definición por penales en la que los pateadores argentinos anotaron 3 intentos contra solo uno de su rival. Las crónicas de la época cuentan que antes de aquel encuentro, los italianos buscaron sacar ventaja e hicieron correr la versión de que Alfonsín había muerto en un atentado. Los dirigentes se movieron rápidamente para comunicarse con Buenos Aires y saber que era mentira.

Así llegó el histórico domingo 19 de abril de 1987, cuando Los Pumitas jugaron la final con Francia en una de las canchas del predio ubicado junto al estadio Olímpico de Berlín.

Gradín dispuso como titulares a Pablo Montilla, Julio Paz y Diego Iglesias; Gustavo Parodi y Martín Lerga; Manuel Foulkes (capitán), Miguel Bertranou y Agustín Macome; Federico Silvestre y Javier Martínez Riera; Mario Gerosa, Santiago Mesón, Marcelo Righentini, Enrique Thompson y Germán Sagrera.

Los otros 8 integrantes del plantel eran: Matías Corral, Hernán Bidegain, Rodolfo Navarro, Roberto Lasala, Rodrigo Crexell, Matías Rosatti, Scarabino y Lorenzo Médici.

El primer tiempo fue 9 a 6 para Argentina con 3 penales de Martínez Riera y en el complemento hubo un try de Thompson convertido por el apertura tucumano. Los galos marcaron dos tries, uno de ellos sobre el final a través de Benetton, pero no pudieron impedir el 15 a 14 final que llenó de gloria al rugby argentino.