Esta nota es para recordar a un rugbier que dejó una huella, una marca imborrable en todos los que lo conocieron dentro y fuera de la cancha. Nació un 24 de marzo y a los 7 u 8 años empezó a jugar en Los Tordos de Mendoza, en La 73, su camada, la de sus amigos.
Desde el primer día quedó claro que se trataba de un distinto, cuando jugaba era fuerte, hábil y con un gran temperamento, el mismo que lo hizo no pasar desapercibido y ganar muchos amigos fuera de la cancha.
En La 73 de Los Tordos sobresalió como un primera línea que jugaba en toda la cancha, como cuando fueron campeones del Torneo Vendimia M17 venciendo en la final a sus pares de Curupaytí, donde se destacaba como octavo un tal Mario Ledesma.
Ese mismo año, aunque solo tenia 17, fue titular en el seleccionado M19 de la Unión de Rugby Cuyo, paso previo a formar parte de Los Pumitas de 1991, donde pese a ser un año menor fue titular y campeón de la FIRA, en Toulouse, junto a Nico Fernández Miranda, Pablo Bouza, Martín Viola, Leandro Speroni y Marcos Caldo, entre otros.
Llegó otro Argentino M19 y allí Mendoza fue finalista, el Gordo volvió a ser titular, por supuesto, y el otro pilar fue nada menos que Federico Méndez, quien acababa de volver del Mundial con Los Pumas. De todos modos eso no alcanzó para evitar que Buenos Aires sea campeón en Córdoba.
A Los Pumitas del 92 llegó como capitán y líder natural. Brilló en el Mundial FIRA de Madrid, donde Argentina fue subcampeón y compartió equipo con Ledesma, Bouza, Tati Phelan, Diego Giannantonio, la Bruja Jurado y dos se sus amigos de La 73 de Los Tordos, Matías Brandi y Pablo Lambert.
Al regreso, ya como hooker, se adueñó de la titularidad en la primera de su club y en el seleccionado mayor de Mendoza, equipo con el que venció a Francia formando una primera línea histórica con su hermano Roberto y Fede Méndez. Aquel partido le abrió definitivamente las puertas a la convocatoria a Los Pumas, y fue al banco contra España, en Vélez.
Ese año fue campeón con la primera, también con su división en M19 y en el 93 empezó el año con una gira a Europa y el título del Torneo de Clubes Campeones, vistiendo la camiseta azul y roja de su club.
Pasaron los Argentinos del 92 y el 93 y llegó otra citación a Los Pumas, pero esta vez fue para su hermano, el Pato, que debutó contra Japón en Tucumán y comenzó su larga trayectoria internacional. Él lo acompañó desde la tribuna, por supuesto, y con la ilusión de que algún día jugarían juntos con la camiseta celeste y blanca.
No caben dudas de que eso hubiera ocurrido, pero el 23 de agosto de 1993 Martín Grau pasó a la eternidad. Me resisto a decir que murió porque su recuerdo permanece más vivo que nunca en sus padres, Roberto y Marta, en sus hermanas Silvia y Belén, en su hermano Pato, en sus compañeros de La 73 de Los Tordos y en los cientos de amigos que sumó en sus jóvenes 20 años.
Todos lo extrañamos, cada día, desde hace 25 años.