El fallecimiento de Jorge Trevisán impactó a todo el deporte rosarino y sobre todo al rugby, una de las disciplinas en las que trabajó, durante su extensa trayectoria como preparador físico y entrenador.
Un verdadero maestro, al que vale la recordar rescatando esta sentida nota de Pablo Mihal en el diario La Capital de Rosario y algunas de sus frases
«Antes de que Coria le gane a Agassi, en Roland Garros del 2003, le comenté que en el rugby, cuando hay un partido fácil, los jugadores buscan alguna excusa para no estar; pero cuando viene uno difícil, si tengo un plantel de 30 jugadores, aparecen 35 desesperados por salir a la cancha. Pero sólo juegan quince. Le dije que esto era igual, que la cancha había que comérsela»
«Mi quehacer es, más que nada, ayudar a los soñadores en el deporte. Armarles los proyectos. Conozco los caminos, he tenido la suerte de estar con los buenos. Para ser deportista solo hace falta eso, un sueño. El que no sueña no llega a ningún lado. Y cuesta lo mismo hacer un perdedor que un ganador. Salvo que tengas un sueño. El que tiene un sueño, lo logra»
«Cuando he entrenado la primera división del Jockey, he tomado – mínimo – veinte cafés por semana. Son quince jugadores y uno tiene que ir viendo que cada una de las partes esté bien. Sino conversás con ellos, sino hablás con la mujer para que lo deje venir al partido, sino haces que ella venga a los terceros tiempos para hacer que se sienta parte, el equipo no va a andar”
«A un chico que esta empezando su carrera le diría que se busque buenos entrenadores, alguien que le ayude a desarrollar su sueño. Que desarrolle el líder que hay adentro de todo jugador. Sea de deporte colectivo o individual. El líder tiene una visión prematura de adonde va a ir. Si querés ser bueno, podes ser bueno. No conozco ningún campeón que haya nacido campeón. Todos los campeones se hacen. Y se hacen a sí mismos. Nosotros somos colaboradores. Somos como la línea blanca que marca la cancha. Algo auxiliar. El jugador, si quiere, va a llegar. Durante tres años, estaba en el circuito de mujeres y era el momento de apogeo de Steffi Graf. Llegábamos al torneo, y yo sabía que, el primer día del torneo, a las 9 de la mañana, Steffi entraba a la cancha central. Yo iba, 15 minutos antes, y me sentaba en la tribuna. 9 en punto, el piecito de Steffi Graff dentro de la cancha. Siempre. Todos los días lo mismo. ¡Eso es disciplina! ¡Una disciplina astronómica! Los hábitos se van haciendo a partir de la cultura que uno tiene sobre determinadas cosas ¿Y cómo creas hábitos de excelencia? Enseñando hábitos de excelencia».