La buena fe es la custodia silenciosa del espíritu del juego porque el referee es incapaz de observar todas las acciones que los 30 jugadores llevan adelante dentro de una cancha, por más capacidad, estado físico o visión periférica que posea.
Asi las cosas el GUARDIAN del juego y sus valores va a ser siempre la BUENA FE. En un deporte con tantas situaciones de contacto si alguien quisiera ejercer la mala fe (para engañar, sacar ventaja antideportiva o lastimar a un rival) posiblemente en la gran mayoría de los casos esa acción pasaría desapercibida por el árbitro.
Por ello, en todo lo atinente a la custodia de la lealtad y buena fe, debemos ser tajantes y enérgicos porque aquí no hay grises, interpretaciones ni justificación alguna.
Como integrantes de la familia del rugby podemos disentir en la conveniencia de aplicar nuevas reglas al juego, podemos no estar de acuerdo en las metodologías de enseñanza o estilos de liderazgo. Incluso podemos disentir en la táctica o estrategia apropiada para ir en busca de una victoria. Pero en lo que siempre deberíamos coincidir es en las formas, en la misma filosofía del juego y en la conservación de sus valores y tradiciones.
Aquella máxima que dice que el fin nunca justifica los medios y que las formas o modos para alcanzar una victoria deben respetarse siempre, si lo que queremos es que el rugby siga siendo una herramienta valiosa para el crecimiento y el desarrollo integral de la persona.
Debemos bregar por la buena fe en cada acción, ser custodios del respeto al reglamento y su espíritu, eliminar de cuajo conductas que atenten contra esos postulados y tambien actuar con enorme determinación y firmeza frente a un escenario de deslealtad y mala fe.
De esa manera el juego seguirá gozando de buena salud y seguirá siendo capaz de generar esa mágica transformación en aquel que práctica nuestro deporte.
Sebastián E. Perasso